Primer día: Madrid - Algeciras - Ifrane

Parece mentira, con lo cerca que está, y lo que nos ha costado ir. Cuadrar vacaciones, buscar compañeros de viaje para no ir solos (al menos la primera vez), el tema económico, una revisión de la moto no terminada a tiempo... Habíamos intentado ir antes, y de hecho la primera vez que fuimos no pudo ser en moto en el último minuto. Afortunadamente pudimos ir en el coche de Carlos, nuestro guía.

Pero esta vez salió todo bien.

También en esta ocasión han surgido complicaciones hasta el último momento, pero finalmente una expedición formada por un Jeep Cherokee y un nuestra Adventure puso rumbo al sur del sur. Salí el mismo viernes de Madrid, de la oficina, ya vestido de moto (ante la atenta mirada de los compañeros...). Mi mujer se había cambiado en los baños del edificio, y algo antes de las 15:00 ya estábamos en ruta. Mis padres nos esperaban en Algeciras, donde llegamos tras casi 7 horas de viaje, y es que entre las paradas, que con los tacos no se puede correr mucho, y que Al-Hesiras está lejillos, el viaje es largo. Sin embargo no se nos hizo pesado. La fuerza de la costumbre, por un lado, y la ilusión del viaje, por otro, nos hicieron el trayecto llevadero.

Al día siguiente tocó madrugar un poco para llegar bien al Ferry. Al final nos sobró tiempo, pero por si acaso. Llueve un poco en Algeciras, pero no mucho. El Ferry cruza rápido, y antes de que te des cuenta has llegado a Ceuta.

Al bajar la moto del barco, lo que veo es que llueve bastante más que en Algeciras, pero no me va a para eso a mí. Vamos hombre, con toda la lluvia que me ha caído a mí en moto, me voy a parar por esto. Y en esas llegamos a la Aduana. Menudo follón. Colas, caos, desorden, ventanillas que cierran justo cuando te toca a ti, gente que se ofrece a hacerte el papeleo a cambio de unos dirhams...

Yo no tenía ninguna prisa porque había empezado a llover de tal manera que, ahora sí, yo así no cojo la moto. Por suerte cuando terminamos con el papeleo, ya no llovía tanto. Solo llovía a lo bestia, y ya nos pusimos en marcha. Ya estábamos en Marruecos. Ese día teníamos por delante casi 400 kilómetros hasta llegar a Ifrane, un pueblo en el Atlas al que llaman la pequeña Suiza, por su aspecto, y porque los franceses adinerados fijaron allí una residencia de vacaciones para ir a esquiar. Aún hoy es un sitio de gente de dinero, pero los franceses ya se fueron, y los que viven y pasan sus vacaciones allí son marroquíes.

Por el camino, la lluvia nos había preparado bastantes sorpresas, como carreteras embarradas, anegadas de agua, o directamente rotas (y, por tanto, cortadas). Tanto es así que hasta los interfonos se empaparon (algo que nunca nos había sucedido antes) y tuvimos que secarlos para que funcionaran.

Paramos a comer en un sitio "no para extranjeros". Un sitio pequeño y cutre, con las piezas de carne colgando, la brasa a medio encender y moscas. Algunas. Bueno, muchas. Por 20 dirham por cabeza (unos dos euros) nos metimos un plato de kefta (carne picada, y asada al fuego como si fuese una pequeña hamburguesa) que aún recuerdo como la mejor del viaje. A mi madre lo de las moscas no le hacía mucha gracia, sin embargo.

A ratos seguía lloviendo, en ocasiones demasiado fuerte. Durante un buen rato nos refugiamos en esta gasolinera en construcción. Llovía muy fuerte, y paramos a esperar al Jeep, que se había quedado muy atrás con el tráfico. Un listillo me vio haciendo fotos y me vino diciendo que necesitaba autorización. ¿Para hacer fotos a mi mujer? ¿Y a mi moto? Uno que me tomaba por tonto, y buscaba sacarme dinero. Al final pasé de el, y cejó en su empeño cuando le dije que vale, que llamáramos a la policía para que me consiguieran la autorización. Además, unos obreros que estaban trabajando en un edificio próximo le dijeron que nos dejara en paz.

Entre lluvias más o menos fuertes y claros, pasando curvas y pueblos, llegamos a Fez, que teníamos que pasar para llegar a Ifrane.

En cuanto llegas a un pueblo un poco grande, o a una gran ciudad como es Fez, en seguida te llega alguno con motillo para llevarte a tu hotel, sin cobrarte nada, y aprovecha para decirte que es un guía oficial (mentira) y que por poco dinero (mentira) te enseña lo más importante de la Medina (mentira) sin llevarte a tiendas (mentira). Se empeñó en mostrarme el camino a la carretera de Ifrane, aunque yo ya llevaba la ruta en el GPS (que, por cierto, no te lleva por calles y carreteras como un TomTom; es navegación pura y dura), le seguí hasta que me aburrí de ir detrás de el, porque íbamos con prisa. No obstante me quedé con su número, porque unos días después volveríamos a Fez, por si me interesaba que fuese mi guía.

Ya en Ifrane, localizamos el hotel (me recordaba mucho a los hoteles Alpinos; este en concreto estaba viejo y mal mantenido). Como casi todos en Marruecos, la atención al detalle brilla por su ausencia, pero el hotel era limpio, cómodo y bueno. Algo caro para lo que es Marruecos, y es que Ifrane es un pueblo, como decía, de dinero, y eso se nota en la gente por la calle, en los coches, y sobre todo en las casas.

Después de cenar en el hotel comida típica marroquí, nos dimos una vuelta por el pueblo y compramos algunas viandas para el día siguiente, por si parábamos a comer en medio del campo en lugar de en un asador de moscas, que, como digo, a mi madre no le hicieron mucha gracia.

El día ha sido largo e intenso. Una gran toma de contacto. Así que después del paseo, nos vamos a dormir. Al fin y al cabo mañana también tenemos una gran ruta esperándonos.